Alexander de Griffon

Descripción Física:  Su cabello es de color  lacio y de color rubio,  el largo total llega hasta sus hombros y tiene aspecto despeinado,  tiene unos ojos grises y  piel blanca.  Tiene una  expresión seria, como si estuviera dispuesto a lanzarse a atacar a la más ligera provocación. Es alto y con una complexión musculosa debido a varios años de entrenamiento, normalmente se le ve ocupando algún abrigo o capa de color oscuro y su demás ropa es también de tonos mayormente oscuros y ocupa un par de guantes en sus manos, deja de lado cualquier otro tipo de atuendo más formal.

Personalidad: Su personalidad es demás contradictoria, detesta las peleas inútiles y por el afán de demostrar superioridad de los demás, las cuales considera una inútil pérdida de tiempo, pero por otro lado no duda en acabar con la vida de alguien si la situación lo amerita, piensa que la justicia de la sociedad esta corrompida por la avaricia de los líderes de pueblos y ejércitos, por lo que decidió guiarse a partir de lo que considera que esta bien o mal, sin importarles os cánones establecidos,  no es un líder o alguien que se deba de seguir, pero sabe mantener la templanza en los momentos críticos y evita a toda costa tomar una acción imprudente que pueda ser contraproducente. Se apega a sus propias creencias y con eso le basta por el momento.

La historia de Alexander comienza en una de las tantas ciudades el Sacro imperio, no nació en un familia de noble cuna, si no que fue el tercer hijo del verdugo de la ciudad, quien al igual que su padre, le heredo las enseñanzas de su profesión a sus hijos, siendo el menor el elegido por el alcaide para heredar el puesto. Aunque para muchos su edad era demasiada corta, se asombraron y otros horrorizaron con la forma en que llevaba sus labores, siendo demasiado frio y habilidoso en las torturas  y ejecuciones de los condenados.  Tiempo después comenzó a darse cuenta de algo, cada vez era el menor número de criminales que confesaban sus crimines con la tortura y por el contrario era mayor el número de quienes se decían inocentes hasta la muerte, por lo que indagando descubrió la verdad de los enredados engranajes de la sociedad que vivía, el alcaide y sus subordinados se habían aprovechado de su puesto y comenzaron a enviar a la muerte a enemigos políticos e inocentes, que muchas veces no podían pagar el dinero que pedían para que no los inculparan de crímenes falsos. Supo de inmediato cual era la única forma de acabar con todo eso: Matar a los líderes de la prisión  con sus propias manos. Pero no pudo quedarse mucho tiempo en su lugar, perseguido por la guardia local, huyo como un vil asesino hacia las ciudades más alejadas del reino, no tardó en cruzar la frontera y perderse en el extranjero, en los lugares donde no era conocido fue donde encontró refugio, aunque no dejó de lado toda su antigua profesión, de vez en cuando siguió  haciendo justicia con su propia manos  de aquellos que consideró que la merecían.